Saber gestionar los conflictos laborales
La vida en la oficina no es un remanso de paz. A pesar de los esfuerzos de todos, es difícil evitar conflictos interpersonales: rivalidad, malentendidos, incompatibilidad de caracteres, discrepancias, etc. El conflicto puede surgir en cualquier momento entre compañeros, con el jefe u otros colaboradores. Hay dos soluciones para evitar que la situación se envenene. Consejos para no perder la calma…
Hablando se entiende la gente
La comunicación es la primera solución. Un conflicto laboral no suele surgir porque sí. La desorganización, un problema de gestión o los malentendidos son síntomas de que algo va mal. Permanece atento y actúa en cuanto aparezcan signos de alarma. Una conversación cara a cara con la(s) persona(s) involucradas puede contribuir a prevenir la crisis. Lo mejor es hacer juntos un diagnóstico de la situación, escuchando los motivos y quejas de cada cual y exponiendo los tuyos. Averigua los reproches subyacentes, considéralos con objetividad e idea soluciones para que cada cual pueda retomar la marcha con unas bases sólidas.
Controla tus emociones
Si te sientes agredido de forma injustificada por un compañero o un superior, la primera reacción será defenderse. Cuando a uno lo provocan, insultan o denigran, se tiende instintivamente a devolver el ataque, pero una espiral de violencia sólo servirá para acabar de envenenar una situación ya de por sí delicada. Para salir del atolladero, lo principal es atenerse a los hechos sin entrar en consideraciones afectivas. Las demostraciones emotivas no conducen a ninguna parte, por lo que conviene controlar las emociones. Cuando sientas que estás a punto de perder los estribos, interioriza tu enfado. De algún modo, no se trata más que de la consabida técnica de «morderse la lengua» tantas veces como haga falta. Respira y pregúntate si tu enfado merece realmente la pena o si acaso no va a hacer que el ambiente acabe de cargarse más aún de lo que está…
Sé asertivo, pero con tacto
La idea es hallar una justa media que deje satisfecho a ambas partes del conflicto. No se trata de renunciar a tus opiniones, sino de admitir que otros puedan tener un punto de vista distinto. Adopta una actitud constructiva con la(s) persona(s) con quienes estés en conflicto y dales la oportunidad de expresarse con claridad. Algunas actitudes pueden cortar por lo sano cuando la situación empieza a envenenarse. No hay que subestimar nunca a la persona que tengas enfrente ni darle la impresión de que menosprecias lo que está diciendo. Vuelve a expresar con tus palabras lo que ha dicho para comprobar si la has entendido bien o no. Tranquilízala, háblale con calma. Sé educado, pero firme.
Aprende a esquivar
Si resulta que tu personalidad es totalmente incompatible con la de algún compañero, opta por evitar. Si no estáis obligados a trabajar juntos, es mejor limitar el contacto a lo estrictamente necesario y guardar siempre los modales. Si cabe la posibilidad, también puedes solicitar que te cambien de oficina o departamento. Así podrás ahorrarte esa energía y emplearla en combates más fructuosos.
Recurre a un mediador
Si el conflicto se sale de cauce y resulta imposible cualquier negociación, recurre a un tercero, objetivo e imparcial. Puede ser alguien de la empresa, un delegado de personal, por ejemplo. No hay que olvidar que cada vez más empresas recurren a profesionales especializados en la gestión de conflictos entre colaboradores. Esta solución tiene la ventaja de poner a las partes en cuestión frente a la misma situación, pero en una esfera imparcial. Así tomarán conciencia y se plantearán las preguntas apropiadas, desarrollando el sentido de la responsabilidad y, en suma, encontrando ellas mismas una solución al problema.
Dos consejos útiles para prevenir los conflictos:
- No juzgar
- Juzgar a alguien, aunque sea con una sola frase, puede crear un conflicto. Para no caer en juicios, hay que ser conciso y atenerse única y exclusivamente a los hechos. Además, los juicios suelen venir encubiertos en los sentimientos. Cuando uno dice «me siento agobiado por mi jefe», no está simplemente expresando una sensación, sino que atribuye su agobio a su jefe. Y eso sólo alimenta el conflicto, porque le está descargando la culpa a alguien. Al decir «Me siento intranquilo y desorientado con todo este trabajo», se está expresando una sensación de verdad, que producirá más empatía e identificación en el prójimo.
- Expresa tus necesidades
- Será más fácil para los demás responder a tu necesidad con empatía si te expresas con tacto. Por ejemplo, si un compañero se toma demasiadas familiaridades con su vocabulario, no le digas que es grosero, sino más bien algo como «necesito más respeto en nuestro diálogo».