El trabajo en equipo: las reglas del juego y las del "ego"

Si bien es cierto que la unión hace la fuerza, trabajar en equipo no siempre es un camino de rosas… Hay que saber capear egos y ambiciones, incompatibilidades de estilos y caracteres, intereses contrapuestos y, en resumen, lo propio de la naturaleza humana. Sin embargo, lo de "El hombre es el lobo del hombre", no siempre es así. Te proponemos 10 reglas de sentido común, para practicar en grupo, que demuestran que se puede trabajar en equipo manteniendo el buen ambiente y sin (demasiado) estrés… ¡Música maestro!

1. Saberse la partitura
El trabajo de equipo es como formar parte de una orquesta en la que cada cual tiene que saberse su partitura y tocar en su momento. Tanto si estás postulando para un primer empleo como si te has convertido en el máximo protagonista de un nuevo proyecto estratégico, la primera regla para ahorrarse malentendidos es definir claramente tu perímetro de acción (función y cometido). En otras palabras, qué es exactamente lo que se espera de ti. ¿Te sabes la melodía? ¡Estupendo! Y bueno, tampoco se trata de apagar tu chorro creativo. Siempre es positivo que se te vea coger la batuta de vez en cuando...

2. Hallar el «tempo»
¡Vaya un dilema!: ¿qué es mejor, imponer tus ideas o lograr que tus compañeros adhieran a tu proyecto? Se trata de encontrar el equilibrio valiéndote de todas tus habilidades profesionales, tu compromiso o, mejor aún, de tu talento: aportando ideas, siendo creativo, tomando iniciativas y contagiando tu motivación. Nadie te echará en cara que estés entusiasmado y defiendas tus ideas. ¡Pero tampoco te pases! Nada fastidiará más a tus compañeros que alguien que les agobia o irrumpe en su espacio vital. Aunque a veces resulte difícil, tienes que saber mantenerte en tu lugar.

3. En buena sintonía
A veces basta con unas cuantas reglas de convivencia para consolidar un grupo, fomentar la cohesión y animarse mutuamente. Por ejemplo, nunca dejes de compartir la información con tus compañeros para formar así un «círculo virtuoso» (y no vicioso). Muéstrate dinámico, activo y facilítales el trabajo adecuando sus obligaciones y horarios. Si tienes que hacer alguna pregunta o comentario, dale prioridad a la comunicación cara a cara, en lugar de recurrir siempre al correo electrónico. Y como guinda, ten algún detalle de vez en cuando. Por ejemplo, traer unos croissants para compartir en el desayuno o invitarles a tomar un café o un aperitivo al salir del trabajo. Estos detalles fortalecen los lazos y hacen desaparecer las tensiones.

4. Al unísono
Si un compañero está muy agobiado de trabajo, échale un cable. Si le ofreces ayuda espontáneamente te quedará agradecido. Como suele decirse, «hoy por ti, mañana por mí». Además, por lo general, aunque no sea más que por solidaridad, hay que aceptar y apoyar las decisiones que adopte el equipo en su conjunto, aunque tu punto de vista sea distinto en ese caso concreto.

5. Lo valiente no quita lo cortés
Un «hola», un «por favor» o unas «gracias» son imprescindibles. No hay que olvidar que la educación y los buenos modales son la base del respeto. Y puestos a ser correctos, trata de no emitir juicios inapelables sobre las competencias de los demás. Es mejor considerar que todo el mundo desempeña un papel importante en el logro colectivo. Independientemente de lo que pienses en tu fuero interno, criticar abiertamente a compañeros, dictaminar quién lo hace bien y quién mal no causa buena impresión. También hay que saber reconocer con buen talante que a veces las ideas de los demás son más apropiadas o mejores que las de uno mismo. Aunque le duela a uno en el alma… o en el ego. Ya tendrás ocasión de demostrar tu valía la próxima vez.

6. Estar a la escucha
Los demás no tienen por qué tener nuestro punto de vista (sería demasiado aburrido). Aprende a escuchar y demostrar apertura mental aunque no necesariamente estés de acuerdo. Tampoco se trata de decir que sí a todo como borregos. Los comentarios y críticas (constructivas) siempre se valoran.

7. Poner una nota de humor
Ser formal en el trabajo y demostrar interés está bien, pero lo ideal es no tomarse demasiado en serio a uno mismo. Un pequeño toque de humor, una broma o chiste ayudan a relajar el ambiente, hacer migas con los demás y crear complicidad, sin por ello dejar de respetar las distancias necesarias. Una vez más, se trata de hallar la justa medida, porque no todo el mundo es humorista.

8. Acordar instrumentos
Si surge un roce o un malentendido, es mejor hablar cuanto antes con la persona en cuestión antes que concomerse y hacerse mala sangre. Dejar un malentendido sin resolver es lo peor que puede hacerse. Es mejor tomar la iniciativa y dar una explicación sincera para hacer borrón y cuenta nueva o encontrar juntos soluciones y respuestas. Por más dificultades que haya, nunca pierdas de vista el objetivo final, que es el éxito del proyecto común. ¡Tú también saldrás ganando con ello!

9. Aprender a entonar
Es inevitable que trabajar en equipo cree una serie de tensiones, desacuerdos o discordancias. Cuando la tensión se puede cortar con un cuchillo, que no cunda el pánico. No sirve de nada entrar al trapo enfadándose uno también. Eso solo empeorará las cosas. Lo mejor es salirse por la tangente y quitarle dramatismo al asunto guardando silencio o con un poco de humor.

10. Asumir los «desafines»
«No he sido yo, ha sido él». Cuando vienen mal dadas, echarles la culpa a los demás es un mecanismo reflejo de protección. Aunque el fracaso sea colectivo, hay que asumir la parte de responsabilidad correspondiente y los errores sin recurrir a la táctica del avestruz. ¡Venga, un poco de valentía y responsabilidad!

Ejercicio
Un poco de introspección nunca viene mal. Dedica unos minutos a preguntarte con total objetividad qué piensan de ti tus compañeros. Haz una lista con los adjetivos positivos o negativos que se te vayan ocurriendo. Esto te ayudará a corregir más fácilmente aquellos aspectos de tu actitud que perjudican al espíritu de equipo y dar con la fórmula adecuada para ser un compañero ideal.